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«Los invitados, como el pescado, huelen mal a los tres días», reza el proverbio al que alude el título de esta dramedia holandesa de humor seco y minimalista (a lo Martín Rejtman), en la que un padre, que vive retirado en el Algarve, vuelve a Róterdam para su chequeo médico anual y se reencuentra con su hijo. El certero guion de Peter Hoogendoorn presenta un retrato irónico de las complicadas dinámicas entre ambos y su extravagante forma de (in)comunicación, llena de silencios asumidos, velados reproches y diálogos de ascensor. Como en un álbum de fotos familiar —banal y cierto—, la cámara sigue con discreción los torpes intentos de estos dos hombres (Ton Kas y Guido Pollemans, ganadores ex aequo del premio a mejor actor en Karlovy Vary) por obtener el afecto que solemos dar por sentado, pero ¿quién no se ha portado alguna vez como un cretino con sus allegados?